«Me haré sacerdote, pero para ser un sacerdote bueno y santo» (V. Maymard, Vie du R. P. Gailhac,14)
Entre las numerosas enseñanzas y testimonios del P. Jean Pierre Antoine Gailhac, fallecido el 25 de enero de 1890, destaca su decisión abiertamente valiente y comprometida. Perseverar en el bien, que es lo propio de los santos, es saber de antemano que los desafíos a afrontar ante las perversidades que las criaturas humanas son capaces de cometer serán innumerables, algunos incluso inimaginables. En la Francia del siglo XIX, el P. Gailhac vivió de cerca los radicalismos ideológicos enfrentados, entre otros males.
En este proyecto de vida, el P. Gailhac inscribió en sí mismo, como determinación existencial, el versículo del evangelista Juan (10: 10): «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». La vida en abundancia es la vida que se desborda en las relaciones con los demás, en el compartir afecto de forma generosa y en la delicadeza de atender a aquellos cuyas vidas menguan hasta la indigencia.
Ese fue el objetivo de la vida del padre Gailhac. Se hizo sacerdote a los 24 años y, siendo aún joven, conservó las enseñanzas de su padre, que inspiraron su camino para llegar a ser un sacerdote bueno y santo. En una carta de 1883, escribía: «No todos los cristianos están llamados a una vida de contemplación; sin embargo, deben llevar una vida de fe, como hicieron nuestros padres, de la que yo mismo fui testigo en mi infancia. Cuando el espíritu cristiano reinaba aún en nuestro país… nuestros padres rezaban en familia las oraciones por la mañana y por la tarde. En las conversaciones, había algunas palabras que demostraban una fe viva y la religión ocupaba siempre un lugar en el conjunto de la vida» (La Vie Religieuse, Carta de 1883).
134 años después de su muerte, sus palabras siguen vivas, casi como una advertencia para el siglo XXI. Atrevámonos a ser buenos en el conjunto de la vida.
Gracias a Área Brasil por la elaboración del texto.
Pintura: Wasconcellos